13 de agosto de 2015

No ire(mos) al concierto de Damien Rice en Chile

Hace muchos años llegué a Damien. Llegué a Damien con la misma intensidad que él llegó a mí. Su música me absorbió por completo y me perdí en ella a tal punto que sentí que mi pecho no volvería a latir sin escucharlo día tras día. El fanatismo se convirtió en admiración y de ahí en más nada paró. 

Del mismo modo, descubrí la carrera musical en solitario de Lisa Hannigan, y me enamoré. No suelo tener una gran conexión con la música femenina, porque siento que los hombres son más intensos (sí, es lo que creo). Y la música no es nada sin intensidad. Sin embargo, con ella no pude menos que elevarme. Mi corazón se elevó, tal y como canta en "A Sail", y supe que quería hablar de ella. Quería que todos la vieran más allá de "la corista de Rice" o "la ex pareja de Rice". Sin desvincularlos, claro, porque ambos están unidos de por vida, guste o no. A mi me encanta.


Mi compañero, quien había sentido esa conexión mucho antes que yo, había creado una comunidad para aunar toda la información del irlandés y, al mismo tiempo, compartirla: Damien Rice Chile. Yo, en un intento de hacer justicia por Lisa Hannigan, creé la otra: Lisa Hannigan Chile. Unidas, emprendieron vuelo y lograron cubrir un gran radio, transformándose en la tercera fuente más grande de información, luego de Eskimo Friends y Reddit.

Así estuvimos, años y años, aguardando, viviendo juntos los procesos de Damien y Lisa. Esperando a que algo ocurriera (¡y es que ni una cuerda se rompía!). Viendo cómo ambas comunidades crecían y comenzaban a aunar admiradores sedientos de todas partes del mundo ¡incluido Vietnam! 

Vimos, vivimos y lloramos los procesos de ambos. Entendiendo que todas las acciones estaban unidas por ese Diagrama de Venn del que habla Lisa Margaret. Observamos cómo las emociones crecían y cómo, luego de 8 años de sequía, Rice emergía con el ovacionado "My Favourite Faded Fantasy"

Fue un proceso largo, con corresponsales en el extranjero informando los movimientos del tablero, con retrasos, cambios e incertidumbres. El 31 de octubre ya lo pudimos escuchar y compartir. 

Todos, ya sea con una real o fingida alegría, celebraron junto a nosotros, por medio de comentarios y los clásicos me-gusta. Ahí mismo comenzó el proceso de subtitular: una tarea realmente ardua para quien no maneja el inglés a la perfección y tiene una gran obsesión por la perfección en los detalles estéticos. Pero estuvo. Estuvo y nos sentimos orgullosos de ello.

En unos años manejábamos un Blog, dos páginas de Facebook y una cuenta en YouTube. Todo siempre con la intención de compartir, porque entendemos que es un pecado no conocer a Damien Rice y a Lisa Hannigan. Son necesarios, porque la música es necesaria y porque, para bien y para mal, ellos son unos de los pocos que realmente hacen música desde la guata.

Nunca tuvimos ningún tipo de problemas con las personas porque, quienes entendían el gran trabajo que había tras todo lo que veían, lo apreciaban. Y con aciertos y errores, con diferencias de opinión y ovaciones, lograron (y logramos) generar un gran círculo. 

Siempre hemos mantenido el anonimato (aunque hay algunos con claras dotes de Sherlock Holmes), porque nuestra intención nunca ha sido encontrar amigos, ni ser una especie de guía espiritual respecto a estos dos grandes artistas. Bueno, lo último sí, pero sin el peso de un nombre a cuestas. La idea del omnisciente siempre fue nuestro personaje favorito. 

Nunca fuimos tantos. La página de Damien bordea(ba) las 800 personas y la de Lisa las 500. Y estaba bien, entendiendo que ellos tampoco son artistas de masas (o eso creíamos).  Al tiempo, veíamos cómo mal-llamados "fans-club" de diversos países, incluido el nuestro, habían pasado años y años inactivos, sin más publicaciones que ególatras llamadas de atención de particulares, cada ciertos meses.

El 4 de agosto de este año, 2015, con sorpresa vimos ascender a Damien Rice en Twitter. Sí, Rice era por primera vez, en Chile, un sucio trending topic. ¿A qué se debía? Con más tres meses de retraso había confirmado una segunda visita a nuestro país. ¿Dónde sería? En un hediondo cuchitril, mal llamado "Teatro Univeridad de Chile". ¿Capacidad? Mil personas. 

La alegría y la euforia fueron reemplazadas por el disgusto de saber que vendría a un lugar tan indigno-de y por la angustia de entender que de los cientos que comentaban en la famosa red social, sólo podrían entrar mil. El dolor nuevamente nos invadió, y no como parte de un proceso musical.

A los días los precios fueron liberados y, si bien, eran excesivos (para el basurero en el que estará), quedaron completamente eclipsados al ver que la venta sólo sería realizada por Internet. ¿Qué era eso? 

Realizamos las consultas pertinentes y vimos todas las alternativas. ¿Qué era lo mejor? Conseguir una tarjeta. Y lo hicimos, pero nadie nos enseñó a usarla. Y es que nadie sabía. Ambos asistimos a la denominada Universidad Obrera (labor lætitia nostra), y, al menos en nuestro pequeño mundo, el uso de una tarjeta jamás ha sido para adquirir algo por ese medio. Nos gusta esa rotería de hacer una fila y recibir una bella entrada de cartón.

De todas formas, nos esforzamos. Y ahí estuvimos, con todos los códigos y tonteras, desde las 8.00 de la mañana pegados al computador. Esperando. Sabiendo que estábamos a una tarjeta de ver al artista al que, con gusto, le habíamos dedicado tantos años. Pero no, no se pudo.


Vimos cómo poco a poco, llegadas las 10.29 de la mañana del 10 de agosto, perdimos 1000 puestos en cuestión de horas. Vimos cómo pseudo-fans-club volvían a estar activos sólo porque ellos tenían tarjetas y nosotros no. Vimos cómo, personas que jamás recordaron al irlandés (porque lo vimos), nos arrebataron la oportunidad.

Y, claro, la culpa tampoco es de ellos. Fue un todo el que nos empujó fuera. Fue el sistema, claramente echo para personas con un mayor nivel adquisitivo, como para disponer de una tarjeta VISA, que nos privó de ver a Damien Rice. Nosotros, con dinero en mano (para Platea Baja Central), no pudimos hacer nada. Tropezamos justo antes de llegar a la meta, corriendo por más años y más rápido que los demás.

En cualquier situación, eso sería denominado Violencia Social. Porque sí, quedamos fuera no por no tener el dinero, no por no estar a las 10.29 de la mañana en la deficiente página de dale.cl. Nos quedamos fuera por no disponer de una maldita tarjeta VISA y porque el sistema no aceptó la nuestra: por nuestra pobre educación.


La semana fue complicada, pero tuvimos nuestra redención (con Damien, no con el sistema ni con los compatriotas chilenos). A fin de cuentas, no es el fin del mundo, ¿no? Sabemos que algún día lo podremos ver. Quizá sin guitarra en mano, ni cantando con él en la playa, ni mirándole el trasero, ni estando en la mejor ubicación del planeta, ni con el fans-club más cool-bacán del mundo, pero ahí estaremos.

Muchas gracias a los hermanos peruanos, argentinos, brasileños, mexicanos, uruguayos, salvadoreños, españoles, colombianos, venezolanos, vietnamitas, chinos, japoneses, koreanos, franceses, alemanes, italianos, estado unidenses, y, bueno, ¡a todo el mundo!, por el increíble apoyo. Por estar siempre pendientes y por enviar tanto cariño, sin pedir nada más que una pequeña publicación.

«Wherever you are, you know that I (we) adore you».